Si alguien ha experimentado con intensidad la montaña rusa de la popularidad en el mundo del fútbol este es sin duda Fernando Torres. Jugador criado en el fútbol base del Atlético de Madrid, en el que jugó hasta convertirse en referente, «The Kid» maravilló sobretodo en el Liverpool y eso le valió para convertirse en el enésimo capricho de Abramovich, mandamás absoluto del Chelsea.

En Stamford Bridge Torres ha brillado en cuentagotas y de ser un Killer  despidadado, un crack en toda regla, ha pasado a ser un jugador entrañable con aureola de gafe. Sólo falta recordar algún titular de los periódicos ingleses, concretamente el que hacía referencia a su gol ante el Barcelona que sentenció las semifinales de la Champions. The Sun titulaba así: «»Terry expulsado, Messi falla un penalti, el Chelsea alcanza la final de la Liga de Campeones, pero lo más increíble de todo… Torres marca».

Convertirse en una broma es lo más cruel que le podía pasar a Torres. Pero ahí demostró su fortaleza y probablemente por eso Del Bosque decidió incluirlo entre los elegidos de la Selección. Ante Irlanda Torres vio la luz. Acabó con las críticas del primer partido, aquellas tan vicerales, que juzgan el estado de forma de un delantero sólo en base la cantidad de goles que marca. ¿Realmente ha mejorada tanto en tan pocos días? Simplemente el acierto que tuvo es lo único que le faltó ante Italia, pero ya demostró en este partido que esta fresco, que ha recuperado potencia, agilidad y sobretodo hambre, no sólo de gol, también  de jugar bien, de ser decisivo. En definitiva, Torres ha dejado de ser un broma.